martes, 11 de noviembre de 2008

Bolaño encarcelado


El preso número 1385412 de una cárcel de Huntsville, Texas, pidió una copia de Los Detectives Salvajes, de Roberto Bolaño. The Savage Detectives, la traducción al inglés—y que fue publicada el año pasado en Estados Unidos—es lo que debería haber llegado a sus manos. Pero le llegó otra cosa.
A 1385412 le enviaron una notificación en lugar de un libro. En ella se le comunicaba que la página 39 de la novela de Bolaño contenía: “Sexo grupal en un bar público”.
Este es el veredicto: Una específica determinación se ha tomado, considerando que la publicación va en contra de la rehabilitación del ofensor (el preso), porque estimula el comportamiento homosexual o conductas sexuales alteradas.
Lo divertido es que en la página 39 de Detectives Salvajes sí hay sexo en un bar, pero el sexo no es grupal ni homosexual.
Lo que es innegable es que hay varias parejas teniendo sexo, pero sin mezclarse. Lo que Bolaño hizo en página 39 fue un concurso en un cabaret donde las cortesanas debían practicar sexo oral a hombres particularmente dotados. No es la más fina de las imágenes, pero dudo que sea para privar del hábito de la lectura al preso número 1385412.
Desde que Bolaño se tradujo al inglés el año pasado, las críticas sólo han sido buenas. James Woods del Sunday Times Book Review ha comparado a Bolaño con Stendhal y Gide. En el New York Times dijeron que los Detectives Salvajes era un trabajo “complejo, quietamente caótico y sinuosamente memorable”.
Ahora acaba de salir al mercado la traducción de 2666, el ladrillo-novela póstumo de Bolaño. Las críticas nuevamente se muestran favorables, sobretodo la de Jonathan Lethem en el mismo NYT.
Lo que Bolaño nunca logró en vida (penetrar el mercado gringo) finalmente se le da estando dos metros bajo tierra. Habría sido algo demasiado extraño de presenciar: Bolaño firmando libros en alguna librería de NYC o San Francisco.
Prefiero quedarme con la imagen del preso 1385412, que al recibir la notificación de que los detectives estaban vetados para él, prefirió pagar de su bolsillo el envío del libro a la casa de un familiar. Era eso o la destrucción de la copia.
No sólo eso. Preso 1385412 tendrá que esperar hasta agosto del próximo año para poder leer el libro que no pudo leer tras las rejas. Es un salto de fe que puede terminar en un barranco. Quizás 1385412 llegue a la página 39 y se sienta algo perturbado. Y no lea nunca más a Bolaño.

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