martes, 22 de julio de 2008
Mucha Carne
Hace un par de semanas veía con mi viejo el partido de la Católica con Unión jugado en Santa Laura. El partido recién empezaba cuando la cámara se queda pegada en Manolito Neira, la eterna promesa, el enclenque goleador que igual se las arregla para anotar. Mi viejo, sin dejar de mirar a Manolito, rompe el silencio con un: "Era mucha carne para ese cabro".
No lo pudo decir mejor. Siempre fue una gran duda el por qué Pamela Díaz, la guarra más filuda y sexy de este lado del planeta, se había metido con Manolito. Alguna vez los vi caminando en las afueras del Apumanque y el tipo parecía, más que su amante, el hermano chico de ella. Él andaba con un jockey para atrás y un buzo, mientras la fiera andaba vestida para matar, con tacos altos, abrigo medio aleopardado y look recién salido del horno de alguna peluquería del sector. A simple vista, era obvio que se lo comía con zapatos y estoperoles incluídos.
Todo esto para decir que Pamela debe ser el mayor placer culpable de una gran cantidad de hombres chilenos. Por ejemplo, en las palabras de mi viejo contra Manolito, se dejaba asomar entre líneas su admiración por la fiera. Y eso que a él siempre le han gustado las rubias.
Pocos lo reconocen, pero Pamela Díaz es una tremenda fantasía. De seguro, casi nadie sueña con casarse con ella, todos ya tenemos suficientes problemas, pero estar encerrado a solas con la fiera por una hora o dos, es definitivamente algo que uno alcanza a imaginar con cierto gusto.
Ese debería ser el momento de la verdad, el momento en que se sabe a ciencia cierta, si Pamela Díaz es demasiada carne o no. Y si todas las operaciones realmente valieron la pena.
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