martes, 28 de agosto de 2007

Miraslava

Roberto Santaguida es un genio. Hijo de inmigrantes italianos, fue mi compañero de departamento por un año en Montreal, Canadá. Era el tipo de hijo de puta que conquista a las minas con timidez, haciéndolas sentir como si fueran el centro del universo, pero de manera sutil, sin sobreactuación.
Santaguida era todo o nada. Podía despertarse todos los días a las siete de la mañana para escribir guiones. Su pieza era un asco. Tenía un colchón en el piso donde follaba a su novia a la que nunca escuché gemir. Una lástima. Al lado de su cama había una caja de cartón donde ponía los condones usados, los que raramente vaciaba en el tarro de la basura de la cocina. Su madre nacida en Napoli jamás lo hubiera dejado hacer eso, pero como su amigo, sólo me quedaba encontrar su decadencia encantadora. Santaguida es de esas personas que nunca fracasarán por falta de esfuerzo. Cualquier cosa menos falta de esfuerzo. A los veinte entró a la escuela de cine de Montreal. Su boleto de ingreso fue este pequeño corto llamado Miraslava. Alguna vez creí que Santaguida era como mi hermano. Error. Ser hermano postizo de un gringo es más difícil que encontrar a un perro poodle un animal sexy. Claro que Miraslava, su opera prima, no se toca. Check it out.


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